miércoles, 20 de julio de 2016

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Lo cierto no es siempre hermoso.
(levemente triste).

Vivo en un pozo. Vivo como humo en el pozo. Como vapor en una garganta de piedra. No me muevo, no hago otra cosa que esperar. Arriba veo las estrellas frías y la noche y la mañana y veo el sol. Y a veces canto viejas canciones del tiempo en que el mundo era joven ¿Cómo podría decirles quién soy si ni siquiera yo lo sé? . No puedo. Espero, nada más. Soy niebla y luz de luna y memoria. Estoy triste y estoy viejo. A veces caigo como lluvia en el pozo. Cuando mi lluvia cae rápidamente unas telarañas se forman en la superficie del agua. Espero en un silencioso río y un día no esperaré más.

(...) Pronuncio palabras que no entiendo
porque
entiendo
de algún modo(...)

Una explosión. Unas sombras que corren. Los gritos se desvanecen. Se oye el silbido de algo que cae en el espacio.
Luego de diez mil años, qué bueno es morir. Qué bueno sentir de pronto el frío, la distención. Qué bueno ser como una mano dentro de un guante, una mano que se desnuda y crece maravillosamente fría en el calor de la arena. Oh, la quietud y el encanto de la muerte cada vez más oscura. Pero es imposible detenerse aquí. 


¡No,no,no,no,no,no! Voces interiores que gritan, muy abajo, en prisiones.

(...) Qué fácilmente venían a los labios las torpes toneladas de nombres
(...) de aquella antigua vida(...)


Puedo hacer cualquier cosa. Y por eso mismo usted nunca podrá hacerme daño.



No- suspiró el señor Olaas-. Todos teníamos que haberlo visto. Quizá así fue y no lo admitimos. Quizá así fue y nos reimos toda la noche en sueños cuando no podíamos oírnos.

Le gusta la gente, y no puede decirlo. Pero inmortalizarla, ¡eso sí que puede hacerlo!

Nada se mantenía. Nada tenía nombre. Nada era como había sido.



-Me senté en la cama. Me reí hasta llorar. Lloré hasta reirme de nuevo. No, no pensé, él encontraría una manera mejor.


-¿Todavía esta vivo? Todavía respira, sí, y camina a través de los años, sí, ¿pero vive? No.



-¿Me estarás esperando cuando vuelva?
-Ya no está en mí esperar, pero me quedaré.
Roger fue hacia la puerta, se detuvo y me miró como sorprendido por alguna nueva pregunta que se le acababa de ocurrir.
-Anna,-dijo-, si todo esto hubiese pasado hace cuarenta, cincuenta años, ¿te hubieses venido conmigo? ¿De veras te hubieses casado conmigo?
No contesté.
-¿Anna?- preguntó.
Después de un largo rato dije: -Hay preguntas que nunca deben hacerse.
Porque, seguí pensando, no puede haber respuestas. Mirando el lago y mirando hacia atrás los años, no recordaba, no podía decir si hubiesemos sido felices. Quizá ya de niña había visto lo imposible en Roger, y mi corazón se aferró a lo imposible, y por lo tanto lo raro, simplemente porque era imposible y raro. Roger era como una ramita del verano distante metida en un viejo libro que uno sacaba, tenía en las manos, admiraba una vez por año, ¿pero y qué más? ¿Quién podía decirlo? Yo no, desde luego, tan lejos, tan avanzado el día. La vida. La vida es preguntas, no respuestas.



-Si tú lo dices.
-Yo no. La soledad que nos rodea.
(...)
-¿Cómo? ¿Cómo haces volver una cosa así?
 (...)
Despacio, esta viniendo. No te esfuerces. Despacio, Will.


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