Miro su vestido precioso, planchado y re planchado, su pelo cuidadosamente peinado y entonces se acordó de cuanto le dolía algo. Se sentó en la arena, allí un poco lejos de los niños qe gritaban y se embarraban. “¿Cómo es eso?” Su mente de niña, niña triste de ojos grandes, qe esconden algo valioso a punto de quemarse, no le dejaban entender porque había un mundo sólo igual y diferente a la vez. Mamá me plancha los vestidos, los pantalones no son cosa de chicas, mamá me enseña a ser una mujer distinta, y ella solo qiería reír a carcajadas. Estaba ausente en su mundo, jugando junto a los demás, ausente en el corazón, perdida en su mirada. “¡Uno. Dos, Tres. El qe no se esconde se embroma!?” Uno ….. Y se fue.
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