jueves, 10 de marzo de 2016

Un mundo feliz - Aldous Huxley


  • Millones de mellizos idénticos. El principio de la producción en masa aplicado, por fin, a la biología.
- No podía permitirse que los miembros de una casta baja perdieran el tiempo de la  comunidad en los libros, y siempre existía el riesgo de que leyeran algo que pudiera destruir uno de sus reflejos condicionados. 

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Para eso se precisan palabras, pero palabras sin razonamiento.  

-Basta con que intenten comprenderlo- dijo, y su voz provocó  un extraño escalofrío en los diafragmas de sus oyentes-. Intenten comprender el efecto que causaba el hecho de tener  una madre vivípara.
De nuevo aquella palabra obsena. Pero esta vez a ninguno se le ocurrió siquiera la posibilidad de sonreir.
-Intenten imaginar lo que significaba "vivir con la familia".
Lo intentaron pero , evidentemente, sin éxito.
(...)
Familia, monogamía, romanticismo. Exclusivismo en todo, en todo una concentración del interés, una estrecha canalización de impulso y la energía.
- Cuando lo cierto es que todo el mundo pertenece a todo el mundo- concluyó el interventor, citándo el proverbio hipnopédico.
Los estudiantes volvieron a asentir, con enfásis aprobando una afirmación que sesenta y dos mil repeticiones en a oscuridad les había obligado  a aceptar, no sólo como cierta sino como axiomática, evidente y absolutamente indiscutible.



- Y al fin y al cabo (...) no hay nada desagradable en disponer de uno o dos hombres más además de Henry. Teniéndo en cuenta que todo esto, deberías ser un poco más promiscua.

"Cien repeticiones tres noches por semana, durante cuatro años- pensó Bernard Marx, que era especialista en hipnopedia-. Sesenta y dos mil cuatrocientas repeticiones crean una verdad. ¡Idiotas! "


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- Es absurdo que te empeñes en seguir así. Sencillamente absurdo -repitió-. Y todo ¿por qué? ¡Por un hombre, por solo un hombre!
- Pero es el único que quiero.
- Como si no hubiese millones de hombres en el mundo.
- Pero yo no los quiero.
- ¿Cómo lo sabés si no lo has intentado?
(...)
- Pero ¿con cuántos?-preguntó Fanny, encogiéndose despectivamente de hombros- ¿con uno? ¿con dos?
- Con docenas de ellos. Y fue inútil- dijo Lenina.

(...)

- A mi todo esto me parece horrendo. 
- Claro que lo es. La felicidad real siempre aparece escuálida por comparación con las compensaciones que ofrece la desdicha. Y, naturalmente, la estabilidad no es, ni con mucho, tan espectacular como la inestabiliadad. Estar satisfecho de todo no posee el encanto que supone mantener una lucha justa contra la infelicidad, ni el pintorequismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o una duda. La felicidad nunca tiene grandeza.
 
 

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