jueves, 10 de marzo de 2016

Un mundo feliz- Aldous Huxley





-Te pareces más al Bernard que conocí en Malpaís- dijo, cuando Bernard en tono quejumbroso le hubo confiado su fracaso-. ¿Recuerdas aquella primerva vez que hablamos fuera de la casucha? Ahora eres como entonces.
- Porque vuelvo a ser desichado, he aquí el porqué.
- Bueno, pues, yo preferiría ser desdichado antes que gozar de esa felicidad falsa y embustera que teneís aquí.


Cualquiera dirían que van a degollarle- dijo el interventor, cuando la puerta se cerró tras ellos-. En realidad, si tuviera un poco de sentido común comprendería que este castigo es más bien una recompensa. Le enviaran a una isla. Es decir, le enviarán a un lugar donde conocerá al grupo de hombres y mujeres más interesante que cabe encontrar en el mundo. Todas ellas personas que, por una razón  u otra, han adquirido excesiva conciencia de su propia individualidad para poder vivir en comunidad. Todas las personas que no se conforman con la ortodoxia, que tienen ideas propias (...) personas que son alguien. Casi lo envidio, Mr. Watson



-Diga mejor que es culpa de la civilización. Dios no es compatible con el maquinismo, la medicina científica y la felicidad universal. Es preciso elegir. Nuestra civilización ha elegido el maquinismo, la medicina y la felicidad. Por eso tengo que guardar estos libros encerrados en la caja de seguridad. Resultan indecentes. La gente se mostraría desagradablemente soprendida sí...
El  salvaje interrumpió.
-Pero ¿acaso no es natural que existe un Dios?
- La gente ahora nunca esta sola- dijo Mustafa Mond-. La inducimos a odiar la soledad; disponemos sus vidas de modo que resulte imposible estar solos alguna vez.
(...)
-¿Recuerda aquél fragmento de EL REY LEAR?-dijo el salvaje, al fin-: <>, y Edmundo contesta, recuérdelo, cuando esta herido y agonizante: 
<>. ¿Qué me dice de eso?¿No parece que exista un Dios que dispone las cosas, que castiga, que premia?
-¿Sí?- preguntó el interventor a su vez-. Puede usted permitirse todos los pecados agradables que quiera con una neutra sin correr el riesgo de que le saque los ojos la amante de su hijo. <>. Pero ¿dónde estarían Edmundo actualmente? Estaría sentado en una silla neumática, ciñendo con un brazo la cintura de una chica, mascando un chicle de hormonas sexuales y contemplando el sensorama. Los dioses son justos, sin duda, pero su código legal es dictado, en última instancia, por las personas que organizan la sociedad. La Providencia recibe órdenes de los hombres.
-¿Esta seguro?- preguntó el salvaje-. ¿Esta completamente seguro de que Edmundo, en su butaca neumática, no ha sido castiado tan duramente como el herido que se desangra hasta morir? (...)




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